Investigo: Primero interpreto a cabalidad el documento que detalla el proyecto. Luego, me informo en fuentes confiables con el objetivo de contar con datos precisos y actualizados.

Planifico: Con información sólida, me empapo en una lluvia de ideas. Cuando ya visualicé por donde debe ir la creatividad, parto desde el tema central utilizando mapas mentales para ayudarme a dar vida a ese proyecto. Con esta planificación puedo priorizar las ideas principales y desde allí comienzo a escribir.

Escribo: Dedos preparados y afilados van para el teclado. Cuando tengo todo definido y organizado, me pongo a escribir. Adapto el tono y el estilo de escritura según la audiencia, el objetivo, las estrategias y, por supuesto, dependiendo de la plataforma donde el texto quedará plasmado.

Reviso: En compañía de un buen mate espumoso —amigo de todos los días— leo y ajusto el texto para que sea coherente, tenga buena ortografía y gramática. Analizo la fluidez, el tono, el estilo, la optimización y la persuasión.